Es muy común escuchar que se acerca una Gota Fría o que se aproxima una DANA para referirse al mismo fenómeno meteorológico. Puede que la información que transmiten los meteorólogos sea correcta, aunque no siempre se entiende bien.

La definición de Gota Fría está relacionada popularmente con un fenómeno que provoca fuertes precipitaciones, acompañadas de tormentas y mucho viento. Cuando las lluvias son tan intensas como para causar riadas, arrasar cultivos, llevarse coches y derribar edificaciones, se utiliza este nombre.

Lo cierto es que el uso coloquial de Gota Fría describe bien esta situación, pero la inestabilidad pudiera deberse a otras causas. Por eso el término más apropiado en muchos casos sería sistemas o focos tormentosos, con independencia de la intensidad. 

La Gota Fría es un término que acuñaron meteorólogos en el pasado para describir un fenómeno meteorológico singular que se daba en las capas altas de la atmósfera. Este no necesariamente se asociaba a chubascos, vientos y tormentas eléctricas.

Los vientos en las zonas superiores de la atmósfera describen un movimiento circular. Los fríos polares presentan una trayectoria de Oeste a Este. Crean como una carretera en línea recta que recorre la Tierra en las zonas más próximas a los Polos. Marcan una línea divisoria con las corrientes cálidas de las capas altas y no se desvían de su trayectoria.

En ocasiones, una masa de aire frío se desprende de la fuente principal y se desvía con autonomía de su trayectoria. Como es una gota que se desvía de su flujo se le llama Gota Fría. Sin embargo, el nombre no refleja la realidad completa del proceso y no abarcaba su influencia en las capas bajas.

Con el tiempo se entendió que esa gota autónoma de las capas altas tenía su propia trayectoria y una repercusión en su vertical. Además, podía subir y bajar de capas, generando inestabilidad por el choque de presión, de humedad y velocidad del viento. Así que la llamada Gota Fría sí puede influir en la creación de sistemas tormentosos de gran intensidad.